jueves, marzo 31, 2005

Donoso y grande escrutinio en la librería


Soñando al lector de historias caballerescas Posted by Hello
Metatexto


Capítulo VI. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

Es un libro para gente que conoce la literatura. Todo el texto está lleno de referencias literarias. Es un texto que presupone la existencia de otros textos ¿Cómo entender con intensidad todas intenciones de M. de Cervantes si no hemos leído las novelas de caba-llerías que está parodiando? Es como leer la crítica de un libro que no hemos leído.

De todas formas leyendo El Quijote vamos advirtiendo los subrayados, los homenajes, los énfasis, las alusiones, los apuntes,... Leer el texto en muchas ocasiones es recorrer un camino del que van saliendo senderos que quedan para una ocasión posterior, son las llamadas a pié de página que tenemos que ir aportando a medida que progresamos en la lectura del texto.

Uno de los muchos ejemplos es el escrutinio de la biblioteca de don Quijote: es la bibliografía incluida en el objeto novelable. Un caso más de literatura sobre literatura. De materiales reales que sostienen el artificio de la ficción.

Además es aquí donde M. de Cervantes desvela el proceso de escritura y nos señala las fuentes en las que se ha documentado para escribir su novela. La referencia a estos documentos, que son materia narrativa, congratula a los lectores, sintoniza con sus experiencias anteriores. M. de Cervantes compensa el esfuerzo lector con homenajes al género caballeresco: cada cita es un guiño al seguidor de la estética caballeresca.

Este trabajo de documentación aparece en varios planos a lo largo del texto: en muchas ocasiones, una referencia narrativa (la mención de un personaje, una hazaña, un espacio); a veces, una cita textual de requiebros y cartas de desafíos: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”; en el capítulo VI, de la Primera Parte, es la muestra de la sensibilidad y acierto de un crítico literario que arriesga, y acierta, en la valoración de tex-tos contemporáneos.

Lo mejor que podemos hacer es leer un fragmento de este capítulo, sobre todo, para darnos cuenta de los trabajos y desvelos que invirtió M. de Cervantes en la escritura del texto y para advertir cuántos guiños del autor, dirigidos a sus contemporáneos, hemos perdido con el paso del tiempo:

“[...]El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves, a la sobrina, del aposento donde esta-ban los libros, autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y, así como el ama los vio, volvióse a salir del apo-sento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo:
- Tome vuestra merced, señor licenciado: rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo.
Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.
- No - dijo la sobrina- , no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.
Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura:
- Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego.
- No, señor - dijo el barbero- , que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe per-donar.
- Así es verdad - dijo el cura- , y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.
- Es - dijo el barbero- Las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.
- Pues, en verdad - dijo el cura- que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama: abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.”

I, 6

El escrutinio continua. De todas formas no nos será difícil reconstruir el proceso que siguió M. de Cervantes para escribir las líneas siguientes. Nos imaginamos una mesa llena de apuntes cuyos datos son actores que esperan que el auctor les dé un papel que representar. A modo de ejemplo, enumeramos la “bibliografía” de M. de Cervantes:

Amadís de Grecia, son del mesmo linaje de Amadís;
Don Olivante de Laura, irá al corral por disparatado y arrogante;
Florimorte de Hircania, ha de parar presto en el corral, a pesar de su estraño nacimiento y sonadas aventuras; que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo;
El Caballero Platir, “no hallo en él cosa que merezca venia”;
El Caballero de la Cruz, "tras la cruz está el diablo"; vaya al fuego;
Espejo de caballerías, en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo;
y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, ecetuando a un Bernardo del Carpio y a un Roncesvalles;
Palmerín de Oliva y Palmerín de Ingalaterra, “esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas; y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve; este libro tiene autoridad por dos cosas: la una, porque él por sí es muy bueno, y la otra, porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal;
Don Belianís, con la segunda, tercera y cuarta parte, tenedlos vos, compadre, en vuestra casa, mas no los dejéis leer a ninguno;

Y, sin querer cansarse más en leer libros de caballerías, mandó al ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral.


Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, “he hallado en él un tesoro de con-tento y una mina de pasatiempos; por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

Aunque veamos El Quijote como un texto que parodia las novelas de caballería, no podemos olvidar que en varios episodios el autor revisa y ridiculiza la materia narrativa propia de la novela pastoril. A continuación podemos encontrar varias fuentes en las que M. de Cervantes toma apuntes para su invención posterior:

La Diana, (los libros de poesía) no merecen ser quemados, como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho; que son libros de entendi-miento, sin perjuicio de tercero;
La Diana llamada segunda del Salmantino; y éste, otro que tiene el mesmo nombre, cuyo autor es Gil Polo, la del Salmantino acompañe y acreciente el número de los con-denados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mesmo Apolo;
Los diez libros de Fortuna de Amor, es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo; y el que no le ha leído puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto;
El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos, entregarlos al brazo seglar del ama;
El Pastor de Filiad, “No es ése pastor, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa;
Tesoro de varias poesías, guárdese, porque su autor es amigo mío
El Cancionero de López Maldonado, y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta;

Ante el siguiente libro, el autor, M. de Cervantes, subraya:

Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él?
-La Galatea, de Miguel de Cervantes -dijo el barbero.

Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega


No deja de ser una autocita interesante, precisamente en un texto narrativo.

La Araucana, de don Alonso de Ercil[l]a, La Austríada, de Juan Rufo y El Monserrato, de Cristóbal de Virués, son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están escritos;
Las lágrimas de Angélica, su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fábulas de Ovidio;

De una forma divertida, con la fluidez propia de un coloquio, el autor experimenta con la metaliteratura

No hay comentarios: