jueves, marzo 31, 2005

Cervantes te está enseñando a escribir

Imaginad y escribid
Cervantes te está enseñando a escribir.

Si se confirman las conjeturas de Pedro Palacio, Elías Urrutia y Nash Partrige M. de Cervantes se inspiraría al menos parcialmente en una persona real: don Antonio Torreja, o con otro nombre don Torrijos de Almagro. Según parece, estuvo en América, participó en la expedición de Hernán Cortés; a su vuelta al Almagro, viviría recluido en su casa, abatido y desilusionado, e incluso confundiría La Mancha con América y se lanzaría, empujado por su enajenación mental, a reparar los abusos cometidos en la conquista de nuevos territorios. ¿Cómo podría ser posible?

Al parecer, el hilo conductor es nada menos que el cronista Cide Hamete Benengeli que pasaría a ser también un ser real incluido en la ficción cervantina. Vendría a ser el seudónimo de un tal Fray Juan, o también Fray Julián o Fray Sebastián de los Ángeles. Por tanto, los cartapacios encontrados en un zoco de Toledo serían auténticos... y don Quijote tendría infancia y juventud, y no tan solo de sopetón “frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años”

“[...]Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos carta-pacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún mo-risco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír.
Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación. Díjele que me la dijese; y él, sin dejar la risa, dijo:
-Está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: "Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha".
Cuando yo oí decir "Dulcinea del Toboso", quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de im-proviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha discreción fue menes-ter para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que, si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera pro-meter y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofrecién-dole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere. [...]”

(I, 9)

Imaginad algo que ya ha hecho M. de Cervantes en el capítulo LIX de la Segunda Parte: al escribir la historia de don Quijote, queréis enredar al lector con vuestra maquinaria literaria; en este juego de espejos entre la realidad y la ficción con el que bromeáis con los lectores el personaje don Quijote se enfrenta al conocimiento de que no es solo famoso por sus hazañas de caballero andante, sino que también lo es por hechos heroicos en las Américas. Imaginad y escribid.

¿Se encolerizaría contra Cide Hamete? ¿Arremetería irascible contra don Torrijos de Almagro? ¿Se enternecería al ver recuperadas su infancia y juventud? ¿Aceptaría que en el mundo real también puede tener varios nombres?

¿Cómo lo veis? Podréis divertiros más al escribir este episodio, si leéis la travesura de M. de Cervantes(II, 59) cuando el autor malévolo enfrenta a su personaje don Quijote ante el conocimiento de que existe una segunda parte apócrifa.

No olvidéis, de todas formas, las palabras que el autor en serio y en broma enfatiza sobre la verdad:

“[...] no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. “

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