domingo, julio 03, 2005

Sancho, amigo, pasad adelante, que habláis hoy de perlas.


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El diálogo

Ahora que en la Biblioteca Escolar, entre el polvo y el olvido, habitan quienes dejaron memoria de su aprendizaje es buena ocasión para pensar que la propia experiencia también puede enseñarnos: quizá sin planificarlo, quizá de forma helicoidal la propia vida nos ofrece ocasiones en donde aprender.

Lejos de la rutina o de la vorágine del curso, en el leve ritmo acompasado de los días de calor podemos aprender incluso de la experiencia de otros a través de la conversación, de la charla. En esta biblioteca de la memoria podemos recuperar documentos que nos hagan más sabios; sin embargo, para ello tenemos que dejar al margen todos la tecnología que nos idiotiza y aprender a compartir el placer de la plática.

En El Quijote no es difícil encontrar pasajes y más pasajes en donde M. de Cervantes destila la sabiduría de su experiencia acumulada. En pocas palabras atrapa el momento, sugiere la relación entre los personajes, activa lo consabido. Muchos de nuestros usuarios son conscientes de la socarronería, el tabú, la queja, el disimulo y la condescendencia implícitos en tan pocos vocablos:

"[...] -Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.

-Sí tengo -respondió Sancho-, mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?

-En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar -respondió don Quijote.

-Bien podrá ser -dijo Sancho-, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.

-Retírate tres o cuatro allá, amigo -dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices)-, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio.

-Apostaré -replicó Sancho- que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba.

-Peor es meneallo, amigo Sancho -respondió don Quijote."

I, 20

Es a través del diálogo como se comparte sabiduría; sin embargo, este diálogo es tanto más eficaz cuanta mayor inteligencia concurra. Preguntar quién es el maestro y quién es el discípulo cuando la conversación se expande en la diversidad de los temas y se prolonga en distintas ocasiones no tiene sentido. M. de Cervantes, en ocasiones, marca como deudor al personaje Sancho:

"[...] -Cada día, Sancho -dijo don Quijote-, te vas haciendo menos simple y más discreto.

-Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced -respondió Sancho-, que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos. Quiero decir que la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha caído; la cultivación, el tiempo que ha que le sirvo y comunico; y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuesa merced ha hecho en el agostado entendimiento mío."

II, 12

"[...] -¿Purgatorio le llamas, Sancho? -dijo don Quijote- Mejor hicieras de llamarle infierno, y aún peor, si hay otra cosa que lo sea.

-"Quien ha infierno -respondió Sancho- nula es retencio ", según he oído decir.

-No entiendo qué quiere decir retencio -dijo don Quijote.

- Retencio es -respondió Sancho- que quien está en el infierno nunca sale dél, ni puede. Lo cual será al revés en vuestra merced,"

I, 25

"[...] -Pues si no me puede entender -respondió Sancho-, no sé cómo lo diga: no sé más, y Dios sea conmigo.

-Ya, ya caigo -respondió don Quijote- en ello: tú quieres decir que eres tan dócil, blando y mañero, que tomarás lo que yo te dijere y pasarás por lo que te enseñare.

-Apostaré yo -dijo Sancho- que desde el emprincipio me caló y me entendió, sino que quiso turbarme, por oírme decir otras docientas patochadas.

-Podrá ser -replicó don Quijote-. Y en efecto ¿qué dice Teresa?

-Teresa dice -dijo Sancho- que ate bien mi dedo con vuestra merced, y que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré. Y yo digo que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco.

-Y yo lo digo también -respondió don Quijote-. Decid, Sancho amigo, pasad adelante, que habláis hoy de perlas."

II, 7

Sin embargo, incluso en estas ocasiones M. de Cervantes da la brillantez de la réplica al personaje Sancho Panza: podrá ser que su lenguaje sea una herramienta incapaz de contener el pensamiento, pero la inteligencia se desborda hasta encolerizarse porque su contertulio dice no entender sólo por poder contrariarlo. En otras ocasiones, el autor da cancha al personaje desfavorecido por medio de intervenciones en las que se puede observar su superioridad síquica:

"[...] -Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno no me falta más de la cola: si vuestra merced quiere ponérmela, yo la daré por bien puesta, y le serviré como jumento todos los días que me quedan de mi vida. Vuestra merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda."

II, 28

Entre contertulios tan avisados como don Quijote y Sancho Panza no puede faltar la negociación implícita en todo diálogo: a lo largo del texto de El Quijote es abundante la frecuencia de licencias, reconvenciones, consejos, advertencias, perdones; en definitiva, un conjunto normas implícitas y explícitas que facilitan que la comunicación exista y sea una experiencia gratificante:

"[...] -Pregunte vuestra merced lo que quisiere -respondió Sancho-, que a todo daré tan buena salida como tuve la entrada. Pero suplico a vuestra merced, señor mío, que no sea de aquí adelante tan vengativo.

-¿Por qué lo dices, Sancho? -dijo don Quijote.

-Dígolo -respondió Sancho- porque estos palos de agora más fueron por la pendencia que entre los dos trabó el diablo la otra noche que por lo que dije contra mi señora Dulcinea, a quien amo y reverencio como a una reliquia, aunque en ella no lo haya, sólo por ser cosa de vuestra merced.

-No tornes a esas pláticas, Sancho, por tu vida -dijo don Quijote-, que me dan pesadumbre; ya te perdoné entonces, y bien sabes tú que suele decirse: : "A pecado nuevo, penitencia nueva"."

I, 30

"[...] , que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que de las que ahora se usan es la dorada. Sírvate este advertimiento, Sancho, para que discreta y bienintencionadamente pongas en mis oídos la verdad de las cosas que supieres de lo que te he preguntado.

-Eso haré yo de muy buena gana, señor mío -respondió Sancho-, con condición que vuestra merced no se ha de enojar de lo que dijere, pues quiere que lo diga en cueros, sin vestirlo de otras ropas de aquellas con que llegaron a mi noticia.

-En ninguna manera me enojaré -respondió don Quijote-. Bien puedes, Sancho, hablar libremente y sin rodeo alguno."

II, 2

"[...] -Sancho, Sancho -respondió don Quijote-, tiempos hay de burlar y tiempos donde caen y parecen mal las burlas.

No porque yo diga que ni he visto ni hablado a la señora de mi alma has tú de decir también que ni la has hablado ni visto, siendo tan al revés como sabes."

II, 9

"[...] -Como te conozco, Sancho -respondió don Quijote-, no hago caso de tus palabras. -Ni yo tampoco de las de vuestra merced -replicó Sancho-, siquiera me hiera, siquiera me mate por las que le he dicho, o por las que le pienso decir si en las suyas no se corrige y enmienda."

II, 23

Evidentemente, para que la comunicación exista ha de haber, además de unas reglas compartidas, un reconocimiento mutuo incluso en una situación en la que la variable social puede pretender imponer una relación asimétrica:

"[...] -¡Eso sí, Sancho! -dijo don Quijote-. ¡Encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre, y yo trómpogelas! Estoyte diciendo que escuses refranes, y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito; pero cargar y ensartar refranes a trochemoche hace la plática desmayada y baja."

II, 43

Qué no deberíamos hacer para que los usuarios de la Biblioteca Escolar tuvieran un modelo con el que acumular, por medio de la conversación, experiencias de aprendizaje. Quizá la lectura de El Quijote podría enseñarnos. ¡Hay tanta sabiduría derramada en las largas conversaciones de los personajes don Quijote y Sancho!

Posiblemente para ello tendríamos que dejar al margen otros modelos llenos de parloteo: las tertulias radiofónicas, las tertulias de la siesta de los programas rosa, por ejemplo. Posiblemente, también, apagar la televisión, desconectar el móvil y otros cachivaches tecnológicos,...

Tal vez, entonces nos apetezca abrir El Quijote y, a través del diálogo con el autor, aprender, incluso, que el diálogo no es fácil y que para salvaguardarlo también hay que aprender cómo soslayar las propuestas boicoteadoras:

"[...] silencio, le dijo:

-Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia, que desde aquí me quiero volver a mi casa y a mi mujer y a mis hijos, con los cuales por lo menos hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto, es enterrarme en vida. Si ya quisiera la suerte que los animales hablaran, como hablaban en tiempo de Guisopete, fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento lo que me viniera en gana y con esto pasara mi mala ventura; que es recia cosa, y que no se puede llevar en paciencia, andar buscando aventuras toda la vida, y no hallar sino coces y manteamientos, ladrillazos y puñadas, y, con todo esto, nos hemos de coser la boca, sin osar decir lo que el hombre tiene en su corazón, como si fuera mudo."

I, 25

"[...] -Plega a Dios, Sancho -replicó don Quijote-, que yo te vea mudo antes que me muera. -Al paso que llevamos -respondió Sancho-, antes que vuestra merced se muera estaré yo mascando barro, y entonces podrá ser que esté tan mudo, que no hable palabra hasta la fin del mundo, o por lo menos hasta el día del juicio.

-Aunque eso así suceda, ¡oh Sancho! -respondió don Quijote-, nunca llegará tu silencio a do ha llegado lo que has hablado, hablas y tienes de hablar en tu vida; y más, que está muy puesto en razón natural que primero llegue el día de mi muerte que el de la tuya, y, así, jamás pienso verte mudo, ni aun cuando estés bebiendo o durmiendo, que es lo que puedo encarecer."

II, 20

Los dos pasajes son dos muestras de requerimientos que pretenden anular el convenio implícito en toda conversación. A pesar de ello, bien sabemos que son sólo propuestas del juego que se trae M. de Cervantes: enfadar a los contertulios por divertimento suyo y de los lectores.

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