domingo, julio 31, 2005

Del fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia


/una reflexión sobre la autoría como exploración y una invitación a la actualización.

En ocasiones, Tirteafuera defiende que es posible con los usuarios de Biblioteca Escolar trabajar aspectos de técnica literaria para motivar a la lectura. Parece extraño: ¿Es posible que consumidores de invenciones inverosímiles empaquetadas en acumulaciones de efectos especiales parpadeantes se interesen por el artefacto narrativo implícito en el texto de El Quijote? Pensamos que sí. La certeza de que el texto es la suma de muchas decisiones puede convertirse en un punto de inflexión en el que los lectores toman la obra como un proceso en el que la figura del autor es imprescindible. A partir de aquí, esta conciencia se puede convertir en distanciamiento de lo leído, desarrollo de la capacidad crítica y aumento del potencial creativo. Todo ello, defiende Tireafuera, sería observable en la capacidad de maquinar historias o, dicho de otra forma, en el paso de consumidor a productor de historias.

Proponemos de nuevo en esta ocasión una reflexión sobre la autoría (es importante leer El Quijote sin olvidar al mago que nos encanta) y una invitación a actualizar los artificios que M, de Cervantes utilizó.

En primer lugar, una reflexión sobre la autoría como exploración. Escribir es viajar, pero hay muchos patrones a la hora de planificar el viaje: desde el itinerario férreo hasta deambular sin rumbo fijo. Tirteafuera sostiene que M. de Cervantes es el viajero que se deja llevar por las aguas agitadas de la invención. Para ello, nos propone una selección de textos en los que el autor nos adelanta la continuación de la historia. Veamos:

"[...] Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas; sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento. Ni de su fin y acabamiento pudo alcanzar cosa alguna, ni la alcanzara ni supiera si la buena suerte no le deparara un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres.

Y los que se pudieron leer y sacar en limpio fueron los que aquí pone el fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia. El cual autor no pide a los que la leyeren, en premio del inmenso trabajo que le costó inquerir y buscar todos los archivos manchegos, por sacarla a luz, sino que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros de caballerías, que tan validos andan en el mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y satisfecho, y se animará a sacar y buscar otras, si no tan verdaderas, a lo menos de tanta invención y pasatiempo.

Las palabras primeras que estaban escritas en el pergamino que se halló en la caja de plomo eran éstas:

LOS ACADÉMICOS DE LA ARGAMASILLA, LUGAR DE LA MANCHA, EN VIDA Y MUERTE DEL VALEROSO DON QUIJOTE DE LA MANCHA,

HOC SCRIPSERUNT:

<…>

Éstos fueron los versos que se pudieron leer; los demás, por estar carcomida la letra, se entregaron a un académico para que por conjeturas los declarase. Tiénese noticia que lo ha hecho, a costa de muchas vigilias y mucho trabajo, y que tiene intención de sacallos a luz, con esperanza de la tercera salida de don Quijote.

I, 52

A veces la coherencia textual presenta lagunas:

En comunicaciones anteriores, ya hemos hechos referencia a casos puntuales de falta de coherencia textual, los casos del rucio de Sancho Panza y del nombre de su mujer Juana/Teresa, por ejemplo.

En ocasiones, son olvidos, lapsus calami; en otros, deseos de reconducir la historia ante aparición de imprevistos: la oportunista aparición de la historia apócrifa, intitulada: Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas, por ejemplo. Esto hará que, sobre las previsiones de continuar el viaje de la historia ( 1ª Parte, Capítulo 52), el itinerario narrativo se vea modificado:

"[...] En estas y otras pláticas se pasó gran parte de la noche; y, aunque don Juan quisiera que don Quijote leyera más del libro, por ver lo que discantaba, no lo pudieron acabar con él, diciendo que él lo daba por leído y lo confirmaba por todo necio, y que no quería, si acaso llegase a noticia de su autor que le había tenido en sus manos, se alegrase con pensar que le había leído; pues de las cosas obscenas y torpes, los pensamientos se han de apartar, cuanto más los ojos. Preguntáronle que adónde llevaba determinado su viaje. Respondió que a Zaragoza, a hallarse en las justas del arnés, que en aquella ciu[d]ad suelen hacerse todos los años. Díjole don Juan que aquella nueva historia contaba como do[n] Quijote, sea quien se quisiere, se había hallado en ella en una sortija, falta de invención, pobre de letras, pobrísima de libreas, aunque rica de simplicidades.

- Por el mismo caso - respondió don Quijote- , no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice.

II, 59

Este cambio de rumbo, en opinión de Tirteafuera, provoca que haya partes en el texto que chirríen un poco. Así en Capítulo 72 de la 2ª Parte encontramos:

"

[...] . Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo soy don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos.

Todo esto cuando en la 1ª Parte, Capítulo 52, al supernarrador el autor le ha hecho adelantar la continuación de la historia:

"[...] sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote, la tercera vez que salió de su casa, fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento.

E incluso, ya entrados en el Capítulo 19 de la 2ª Parte, sigue M. de Cervantes manteniendo en un adelanto de algunas aventuras que el lector va a poder disfrutar, entre ellas, las justas de Zaragoza:

"[...] Cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los cuales le pidió licencia para irse, diciéndole que le agradecía la merced y buen tratamiento que en su casa había recebido; pero que, por no parecer bien que los caballeros andantes se den muchas horas a ocio y al regalo, se quería ir a cumplir con su oficio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que aquella tierra abundaba, donde esperaba entretener el tiempo hasta que llegase el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota; y que primero había de entrar en la cueva de Montesinos, de quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se contaban, sabiendo e inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas comúnmente de Ruidera.

Hasta aquí las reflexiones sobre la autoría como reflexión. Podemos continuar el poco más reutilizando los materiales extraídos de El Quijote.

La diferencia de desarrollo tecnológico entre la sociedad de principios del XVII y la nuestra nos hará muy fácil proponer actualizaciones del artificio narrativo utilizado por M. de Cervantes: inventar una historia y contarla como si fuera real. En caso de nuestro autor, lo que hace que la historia sea no sólo verosímil, sino también veraz es la apelación a las escrituras auténticas y a los pergaminos escritos; o, en su ausencia, el testimonio de la fama.

Llegados hasta aquí, Tirteafuera nos propone que actualicemos el recurso cervantino, que nos pongamos en la situación de un autor que quiere hacer pasar el fruto de su invención por hechos reales para así nos sea más fácil actualizar el artefacto narrativo de /lo que lees, amabilísimo lector, es historia porque está basado en documentos/.

Si M. de Cervantes recurrió a “escrituras auténticas”, a comprar en la Alcaná de Toledo a un muchacho unos cartapacios y papeles viejos de un sedero, nosotros podríamos recurrir a un diario, abandonado en un desván, escrito por alguien todavía desconocido, o a la correspondencia de un remitente desconocido, o las facturas acumuladas en una caja de zapatos, o la ropa guardada en un armario, o un objeto extraño, un magnetófono polvoriento en un anticuario, o una botella con un mensaje dentro recogida en la arena, o un ramo de flores en la curva de la carretera, o una grabación de vídeo, o una maleta abandonada en la cinta de equipajes de un aeropuerto, o un zapato al borde de la carretera, …

La propuesta de Tirteafuera es continuar la lista para completar un inventario de documentos que no tienen sentido hasta que alguien recupera para ellos una biografía, o alguien intuye que en ese objeto inerte late una historia.


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