sábado, julio 30, 2005

Autoría real y verdadera


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Se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote (I, 9)

Tirteafuera con rigor ha ido revisando otro de los artefactos narrativos más interesantes de El Quijote: la autoría; pretende esta vez que los usuarios de la Biblioteca Escolar vean la creación literaria como un juguete que, al moverse, capta nuestra atención. Es bueno que nos fascine el movimiento, pero ha de llegar, sostiene Tirteafuera, un momento en el que tenemos que hacernos una pregunta: ¿Cómo funciona?

Puede que, al destripar el mecanismo, el hechizo se desvanezca; si es así, estaremos preparados para montar de nuevo este, y otros, juguetes.

M. de Cervantes se oculta entre los distintos planos del espejo: es el autor, media entre la historia y el lector, es el editor que actúa de narrador, recurre a un traductor, introduce a los poetas de Argamasilla, revisa el trabajo de un autor cronista. En medio, estamos los lectores sorprendidos por tantos destellos. Aunque sea parcial, Tirteafuera nos propone que nos fijemos en el personaje Cide Hamete Benengeli y sigamos el rastro trazado para él por M. de Cervantes.

En ocasiones, sostiene Tirteafuera, el autor precisa la fuente que autentifica la historia: “Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli”, (I, 15); “Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia”. (I, 22); “A la entrada del cual, según dice Cide Hamete, vio don Quijote que en las eras del lugar estaban”, (II, 73); “Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia”, (II, 50); “y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe que entre los dos se guardaban.”, (II, 34). Como hemos podido observar, incluso con datos contradictorios.

A veces nuestro autor valora la forma de proceder el “verdadero autor”

Fuera de que Cide Mahamate Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio; de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente, que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra.

I, 16

En otras ocasiones recoge el pensamiento del don Quijote sin intermediarios:

Con esto se consoló algún tanto, pero desconsolole pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide, y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas. Temíase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia que redundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su señora Dulcinea del Toboso;

II, 3

O introduce, según comenta Tirteafuera, valoraciones propias del editor en la contraportada del libro, o de un crítico que escribe una reseña sobre una novedad bibliográfica:

Real y verdaderamente, todos los que gustan de semejantes historias como ésta deben de mostrarse agradecidos a Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las semínimas della, sin dejar cosa, por menuda que fuese, que no la sacase a luz distintamente. Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas, aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente, los átomos del más curioso deseo manifiesta. ¡Oh autor celebérrimo! ¡Oh don Quijote dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso! Todos juntos y cada uno de por sí viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los vivientes. Dice, pues, la historia que así como Sancho vio desmayada a la Dolorida, dijo:

II; 40

Incluso, como material narrativo, se introducen comentarios propios del editor que enjuicia el trabajo del responsable de la edición crítica; como consecuencia de ello, el protagonismo lo asume el mediador –y no la fuente primaria- al ser valoradas su forma de pensar y su forma de proceder, los aciertos y lagunas de su trabajo:

Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar estenderse a otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir deste inconveniente había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quijote, que no podían dejar de escribirse.

II, 44

de las cuales no sanó en ocho días, en uno de los cuales le sucedió lo que Cide Hamete promete de contar con la puntualidad y verdad que suele contar las cosas desta historia, por mínimas que sean.

II, 47

Sucedió, pues, que en más de seis días no le sucedió cosa digna de ponerse en escritura, al cabo de los cuales, yendo fuera de camino, le tomó la noche entre unas espesas encinas o alcornoques, que en esto no guarda la puntualidad Cide Hamete que en otras cosas suele.

II, 60

Y luego, tomando en el suelo cuanto quiso, se acurrucó y durmió a sueño suelto, sin que fianzas, ni deudas, ni dolor alguno se lo estorbase. Don Quijote, arrimado a un tronco de una haya, o de un alcornoque (que Cide Hamete Benengeli no distingue el árbol que era), al son de sus mesmos suspiros cantó de esta suerte:

II, 68

Y diciendo esto besó su derecha mano y le asió de la suya, que ella le dio con las mesmas ceremonias. Aquí hace Cide Hamete un paréntesis y dice que por Mahoma que diera por ver ir a los dos así asidos y trabados desde la puerta al lecho la mejor almalafa de dos que tenía.

II, 48

"Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado es pensar en lo escusado, antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primavera sigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua; sola la vida humana corre a su fin ligera más que el viento, sin esperar renovarse si no es en la otra, que no tiene términos que la limiten." Esto dice Cide Hamete, filósofo mahomético, porque esto de entender la ligereza e instabilidad de la vida presente, y de la duración de la eterna que se espera, muchos sin lumbre de fe, sino con la luz natural, lo han entendido; pero aquí nuestro autor lo dice por la presteza con que se acabó, se consumió, se deshizo, se fue como en sombra y humo el gobierno de Sancho.

II, 53

También podemos observar como el autor desde la categoría de narrador omnisciente
justifica benevolentemente las limitaciones de espacio y de tiempo propias de un cronista que, a la hora de contar los hechos, se quiere atener a la exactitud de los hechos:

Desta manera y con estos pensamientos le pareció que habría caminado poco más de media legua, al cabo de la cual descubrió una confusa claridad, que pareció ser ya de día, y que por alguna parte entraba, que daba indicio de tener fin abierto aquel, para él, camino de la otra vida. Aquí le deja Cide Hamete Benengeli, y vuelve a tratar de don Quijote, que alborozado y contento esperaba el plazo de la batalla que había de hacer con el robador de la honra de la hija de doña Rodríguez, a quien pensaba enderezar el tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho.

II, 55

Volvieron a subir don Quijote y Sancho; con el mismo aplauso y música llegaron a la casa de su guía, que era grande y principal, en fin como de caballero rico, donde le dejaremos por agora, porque así lo quiere Cide Hamete.

II, 61

le suspendió una voz que llegó a sus oídos, que en lastimados acentos oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración, que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete Benengeli.

I, 27

Entre las piezas de este mecano, están también las opiniones sobre técnica literaria que el editor crítico va sembrando a lo largo del texto:

Con esto se acabaron las preguntas y las respuestas, pero no se acabó la admiración en que todos quedaron, excepto los dos amigos de don Antonio que el caso sabían. El cual quiso Cide Hamete Benengeli declarar luego, por no tener suspenso al mundo creyendo que algún hechicero y extraordinario misterio en la tal cabeza se encerraba,

II, 62

Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero. <…>

Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: "Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan

II, 74

De todas formas, en el personaje cronista que se atiene a la veracidad y exactitud de los hechos caben licencias que le alejan de la objetividad al identificarse emocinalmente con la historia:

"¡Bendito sea el poderoso Alá!", dice Hamete Benengeli al comienzo deste octavo capítulo. "¡Bendito sea Alá!", repite tres veces, y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya en campaña a don Quijote y a Sancho, y que los letores de su agradable historia pueden hacer cuenta que desde este punto comienzan las hazañas y donaires de don Quijote y de su escudero

II, 8

Tirteafuera advierte que el tema de la autoría no se agota en el personaje de Cide Hamete Benengeli y, por tanto, que será necesario seguir leyendo El Quijote para seguir disfrutando de esta máquina llena de resortes narrativos.

La foto ha sido tomada de Galería Universia, la galería digital de los universitarios.


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