jueves, junio 02, 2005

La lección de Alonso Quijano


Y lo básico era, es y será enseñar a leer bien.

Estamos en fechas de celebración de la Feria del Libro. Como es habitual este año también ha habido conferencia inaugural. Hemos tenido la suerte que el conferenciante fuera Víctor García de la Concha, y el tema, La lección de Alonso Quijano.

Solo por referencias conocemos parte del contenido de la conferencia. A pesar de la intermediación del periodista no podemos sino destacar algunas ideas que son la base de nuestro trabajo cotidiano.

Hay que recuperar lo que es básico en la formación de los escolares, la lectura como la suma de destrezas que permiten un desarrollo autónomo tanto en aprendizajes como en experiencias vicarias. Es muy importante transmitir a nuestros escolares la experiencia de lectura placentera; para ello, es imprescindible exponer a nuestros lectores ante textos que requieren esfuerzo el leerlos, sí, pero que compensan de una forma gratificante este esfuerzo: quien ha subido a un monte alto, escarpado, tiene constancia del esfuerzo, pero también de la quietud del paisaje que se divisa desde la cumbre; sabe del cansancio, pero también del orgullo de superar una meta. Es necesario por tanto, una iniciación, una elección gradual de los temas y de las dificultades.


La lectura comprensiva de los textos puede empezar a ejercitarse en textos de ficción; sin embargo, no ha de agotarse sólo en ellos. La lectura comprensiva ha desarrollar gradualmente estrategias específicas de los textos informativos. En nuestra opinión, el desarrollo de habilidades lectoras no es competencia exclusiva de los profesores de Lengua y Literatura; ha de ser, por el contrario, objetivo compartido por todos los profesores de curso, de nivel, de centro.


Así mismo, Víctor García de la Concha acierta al enfatizar el hecho de que para conseguir estos objetivos es imprescindible que, no solo haya biblioteca en cada uno de los centros, sino que ha de ser el centro de significación de la actividad formativa. Y sobre esto hay mucho que decir. En función de la dimensión de cada centro, la adecuación del espacio ha de cumplir unos requisitos mínimos: fondo bibliográfico actualizado y adecuado a los usuarios, digitalización de materiales curriculares, diseño diversificado del espacio dentro de la biblioteca según la función a soportar, herramientas de acceso a varios soportes de información, conexión rápida a internet. Todo ello con ser mucho es insuficiente. Faltan las personas y con ellas las ideas que den significatividad a tanto objeto, documento, fichero, ordenador, cámara, periféricos, … La alfabetización digital de los profesores – posible gracias al reconocimiento de tiempos específicos para ello en sus correspondientes dameros-, la capacitación pedagógica necesaria para, mediante la intermediación de máquinas, facilitar nuevas formas de enseñar a aprender juntamente con la dinamización de la biblioteca por parte del bibliotecario escolar y de técnicos bibliotecarios y de documentalistas se nos antojan necesarios para poder cumplir los objetivos.


La realidad, no obstante, es desveladora incluso en proyectos piloto o en disposiciones legales que promueven –pretenden al menos- la presencia de la biblioteca en los centros escolares. Quizá los molinos se conviertan en gigantes cuando las solemnes declaraciones de principios, las buenas disposiciones legales vengan acompañadas de partidas presupuestarias acordes a los objetivos que se pretenden conseguir. De esta forma, Aldonza Lorenzo dejará de ser “un aula cualquiera, con frecuencia una de las peores del edificio, con escaso espacio y paupérrima dotación de libros y mucha incomodidad para posible lectores” y pueda convertirse Dulcinea del Toboso. Hoy por hoy, la biblioteca escolar es un remedo del desengaño de don Quijote:

[...] hallé otra de la que buscaba: halléla encantada y convertida de princesa en labradora, de hermosa en fea, de ángel en diablo, de olorosa en pestífera, de bien hablada en rústica, de reposada en brincadora, de luz en tinieblas, y, finalmente, de Dulcinea del Toboso en una villana de Sayago.”
(II, 32)


Quizá, así, la lectura sea un diálogo con el autor que preludia un diálogo consigo mismo. Quizá, así, leer sea “un acto de oposición a los signos dominantes de nuestro tiempo” ya que “no podemos dar un paso sin que nuestros sentidos sean asaltados por sonidos e imágenes no solicitados”.


No podemos, y no queremos, terminar sin hacer un pequeño homenaje a Víctor García de la Concha a través de sus palabras que las hemos hecho nuestras:


"[..] Me pidieron que hablara de jóvenes y lectura y pensé que la mejor manera era con la lección de Alonso Quijano, aquel pobre hidalgo de vida limitada que no dudó en vender muchas fanegas de tierra de sembradura, su modesto patrimonio material, para comprar libros que alimentaran su hambre y su sed de horizontes de noble idealidad. Y, en cuantos los compraba, olvidado de sí mismo, se entregaba a ellos sin reserva alguna, buscando conversación con los protagonistas de aventuras de un mundo distinto”






Posted by Hello

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