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Discípulos de Eróstrato.
La Biblioteca Escolar está vacía, pero Tirteafuera puede seguir manteniendo su relación con sus usuarios. Como siempre, planteará temas para reflexionar, preguntas que contestar; quizá, en la red encontremos escolares que sigan manteniendo la curiosidad suficiente para conectarse en Barataria.
Con la excusa de que estamos de vacaciones los mentores de la cultura eligen temas ligeros, intrascendentales, “frescos”, ¡y qué mejor que la verdulería que sirven en los programas de famoseo!:
Divorcios, bodas, nacimientos, amores y desamores, reencuentros, abandonos, despechos, discusiones, idilios, satisfacciones y sensaciones, todo es posible dentro de la prensa del corazón, todo se convierte en mercancía: un cúmulo de satisfacciones y decepciones ajenas que sirven de entretenimiento a millones de personas. La ley de la oferta y la demanda, el oportunismo, la falta de escrúpulos rigen las relaciones personales en el mercadillo de las miserias humanas
De la condición humana y de sus miserias mucho sabía M. de Cervantes; de vez en cuando, en el texto de El Quijote, tamizado por su optimismo humanista, aflora alguna reflexión sobre ello. Sería un logro si alguno de nuestros escolares hicieran zapping sobre la novela de El Quijote; podrían encontrar perlas como esta:
"[...] debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos. Pero digan lo que quisieren; que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque, por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren.
Eso me parece, Sancho dijo don Quijote, a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas, no puso ni nombró en ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las demás, se quejó al poeta, diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las otras, y que alargase la sátira, y la pusiese en el ensanche; si no, que mirase para lo que había nacido. Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama, aunque infame. También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros; y, aunque se mandó que nadie le nombrase, ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se supo que se llamaba Eróstrato."
II, 8
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