sábado, septiembre 24, 2005

Celebración de la diversidad


/Agradezcamos a M. de Cervantes que en su novela aflore la periferia, la marginalidad, el otro lado

Leer El Quijote es celebrar la diversidad, sostiene Tirteafuera. M. de Cervantes buscó a lo largo de toda su vida el éxito el reconocimiento de su valía personal; para ello, hizo apuestas arriesgadas (alistarse como soldado), apuestas exigentes (mantener la comedia en los cánones clásicos), apuestas diversificadas (la poesía, comisario de abastecimiento). Solo al final obtuvo cierta relevancia que el círculo cerrado de escritores de la época le disputa. Precisamente por todo ello El Quijote ha llegado a ser el tablero sobre el que recomponer la sociedad de principios del XVII; bregando aquí y allá, nuestro autor recoge materiales y referencias que construyen el puzzle social, además de soportar, por otro lado, la declarada intención de parodiar las novelas de caballería.

Agradezcamos a M. de Cervantes que en su novela aflore la periferia, la marginalidad, el otro lado. Por supuesto que no son ensayos sociológicos lo que podemos esperar de nuestro autor, pero sí podemos esperar, frente al discurso oficial y a la ideología dominante, la verificación de que la realidad es más compleja: no todos son castellanos viejos y no solo estos tienen un protagonismo social. Según Tirteafuera, M. de Cervantes reclama visibilidad para la complejidad humana.

Y todo ello como trasfondo de la parodia caricaturesca de un género.

Este tratamiento de la diversidad requiere un soporte que le dé unidad: el tablero es el espacio de horizontes abiertos, de trascendencia existencialista; es La Mancha y los caminos de la vida. En uno de ellos penaban los galeotes, ensartados para su desgracia:

"[...] Con esta licencia, que don Quijote se tomara aunque no se la dieran, se llegó a la cadena, y al primero le preguntó que por qué pecados iba de tan mala guisa. Él le respondió que por enamorado iba de aquella manera.

- ¿Por eso no más? - replicó don Quijote - . Pues, si por enamorados echan a galeras, días ha que pudiera yo estar bogando en ellas.

- No son los amores como los que vuestra merced piensa - dijo el galeote - ; que los míos fueron que quise tanto a una canasta de colar, atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente que, a no quitármela la justicia por fuerza, aún hasta agora no la hubiera dejado de mi voluntad. Fue en fragante, no hubo lugar de tormento; concluyóse la causa, acomodáronme las espaldas con ciento, y por añadidura tres precisos de gurapas, y acabóse la obra.

- ¿Qué son gurapas? - preguntó don Quijote.

- Gurapas son galeras - respondió el galeote.

El cual era un mozo de hasta edad de veinte y cuatro años, y dijo que era natural de Piedrahíta. Lo mesmo preguntó don Quijote al segundo, el cual no respondió palabra, según iba de triste y malencónico; mas respondió por él el primero, y dijo:

- Éste, señor, va por canario; digo, por músico y cantor.

- Pues, ¿cómo - repitió don Quijote - , por músicos y cantores van también a galeras?

- Sí, señor - respondió el galeote - , que no hay peor cosa que cantar en el ansia.

- Antes, he yo oído decir - dijo don Quijote - que quien canta sus males espanta.

- Acá es al revés - dijo el galeote - , que quien canta una vez llora toda la vida.

- No lo entiendo - dijo don Quijote."

I, 22

Estas son voces en El Quijote que, como flashes, dejan constancia de vidas, ramales del camino que nos conducen a otras historias que merecen también ser contadas. Es el libro, todavía sin acabar , de Ginés de Pasamonte, sostiene Tirteafuera. O la vida truncada de Ricote. O la marginalidad de Roque Guinart. Todos ellos han sido convocados a la novela:

"[...] Finalmente, el acabársele el vino fue principio de un sueño que dio a todos, quedándose dormidos sobre las mismas mesas y manteles: solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos; y apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de una haya, dejando a los peregrinos sepultados en dulce sueño, y Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones:

-Bien sabes, ¡oh Sancho Panza, vecino y amigo mío!, como el pregón y bando que Su Majestad mandó publicar contra los de mi nación puso terror y espanto en todos nosotros:"

II, 54

"[...] Volvió otra vez el caballero que habló a don Quijote y díjole:

-Vuesa merced, señor don Quijote, se venga con nosotros, que todos somos sus servidores y grandes amigos de Roque Guinart.

A lo que don Quijote respondió:

-Si cortesías engendran cortesías, la vuestra, señor caballero, es hija o parienta muy cercana de las del gran Roque. Llevadme do quisiéredes, que yo no tendré otra voluntad que la vuestra, y más si la queréis ocupar en vuestro servicio."

II, 61

Puede ser, tal vez, un capricho de Tirteafuera enlazar en este tema con el episodio del vizcaíno. Pero las antojadizas asociaciones de ideas nos zarandean.

"[...] Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno, el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera:

-Anda, caballero que mal andes; por el Dios que criome, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno.

Entendiole muy bien don Quijote, y con mucho sosiego le respondió:

-Si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura.

A lo cual replicó el vizcaíno:

-¿Yo no caballero? Juro a Dios tan mientes como cristiano. Si lanza arrojas y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas! Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, y mientes que mira si otra dices cosa."

I, 8

Por aquellas fechas los apologistas de la nobleza universal de los vascos, se le antoja a Tirteafuera, podrían encontrarse en la encrucijada con la experiencia de M. de Cervantes. Seguro que a quien ha sufrido la discriminación de la raya invisible de ser o no ser cristiano viejo los discursos que pretenden ser una gatera para gozar de la situación privilegiada le serían difícilmente digeribles; menos digerible le sería la caterva, o la pléyade, de secretarios vascongados instalados en despachos y dependencias oficiales (quizá alguno tuvo que ver con las negativas a las demandas de M. de Cervantes ante la administración)

¿Son este tipo de razones las que justifican el episodio del vizcaíno? Este personaje, si nos atenemos a otras apariciones en textos cervantinos, funciona más como prototipo, nos avisa Tirteafuera. Es un lugar común, un estereotipo, un artefacto más para la parodia. M. de Cervantes pudo extraer de su propia experiencia en el ejercicio de la milicia datos de cómo hablaban los vizcaínos. Sin embargo, si analizamos la mala lengua castellana y peor vizcaína que hace usar al personaje Tirteafuera sólo reconoce la tendencia a colocar el verbo al final de la estructura sintáctica: “Si lanza arrojas y espada sacas” El resto no parece tener que ver con al adstrato lingüístico, y sí justificarse desde un prejuicio lingüístico.

Quizás, si Tirteafuera ha enlazado este episodio con el tema de la celebración de la diversidad en el texto se deba a cierta simpatía que provoca el hecho de que sea el vizcaíno un personaje maltratado por M de Cervantes, como lo es él mismo, Pedro Recio de Tirteafuera, en la Ínsula Barataria. Es, tal vez, el sentimiento de solidaridad de quien se siente desamparado del autor también en los otros, los segregados de esta fiesta, el que ha provocado esta antojadiza asociación de ideas.



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