lunes, agosto 29, 2005

¡No pongas tus sucias manos sobre El Quijote! (III)


I

-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear. (I, 8)

Tirteafuera no entiende muy bien la actitud de conspicuos pedagogos que reservan El Quijote para otro tipo de lectores: ¿los escolares leyendo El Quijote? ¿estás loco? ¿quieres que terminen odiándolo toda su vida? Ya hemos podido saber cuál es la opinión de Tirteafuera en entregas anteriores, por ejemplo en No pongas tus sucias manos sobre El Quijote. Pero, hoy, Tirteafuera tiene ganas de cancha.

Hablar de leer El Quijote es hablar de la lectura en general, del hábito lector, de la política cultural, de las modas editoriales, del estándar de ocio vigente, del modelo de sociedad. Proponer leer El Quijote a un ciudadano en edad escolar es tener ganas de luchar contra corriente. Y proponer que lo lea en vacaciones del verano es una apuesta insegura. ¿Apuesta insegura?

Tirteafuera arquea las cejas, En absoluto, responde. Por supuesto que a la hora de hacer la propuesta de leer El Quijote hay que aceptar implícitamente varias reglas: la libertad a la hora de leerlo, a la hora de marcar los ritmos, la forma y los espacios para leer.

Quince años tiene; el bozo hace tiempo que le ha apuntado; ante cualquier proposición, la primera respuesta es un no rotundo; revisable; espera ansioso, a veces, algún sms de sus amigos que están de vacaciones en Jordania, en Valencia, en Labraza, en Salou; le gusta estudiar y obtiene buenas notas; apasionado de la NBA y ensayador porfiado de triples antológicos; la cuadrilla, lo primero; jugador enfebrecido de la play. Lector de El Quijote, completo, las dos partes. Defensor de su intimidad, montará en cólera cuando vea esto publicado.

¿Apuesta insegura? Coincidimos con Tirteafuera cuando sostiene que hay que normalizar la lectura de El Quijote dentro de un plan más general de promoción de la lectura. Debemos exponer a nuestros escolares al texto, facilitar su acceso, dar valor añadido. En esto, Tirteafuera, como de esperar, es más quijote que sancho:

"<…> -Señor, yo no sé por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura. Ahora es de noche, aquí no nos vee nadie: bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes, cuanto más que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él."

I, 20

Con quince años no existió riesgo en la apuesta, y leer El Quijote no ha sido un peligro en el que perecer. Ha sido un ejercicio que ha requerido esfuerzo, ha suscitado más de una pregunta, ha refrescado cosas olvidadas en los exámenes, ha provocado más de una carcajada, ha incitado a imitar el lenguaje arcaizante del protagonista, ha colmado de ideales el espíritu de adolescente,… Tras la expresión ¡qué panojo este Quijote! quedaba la vibración de una experiencia que ha enriquecido el paso de los días y los paisajes. Y todo esto ha ocurrido, se sorprende Tirteafuera, mientras al viaje interno propiciado por la lectura de El Quijote, acompasaba el viaje a Lisboa por tierras de Burgos, Palencia, Valladolid, Salamanca, Guarda, o enriquecía el descanso en la habitación de la pousada, o pausaba el recogimiento de los claustros.

Contradigamos al Caballero del Bosque y busquemos tortas cuando ya tenemos hogazas, sostiene Tirteafuera. Si ya los escolares saben leer textos apapillados en los temas que plantean, hecha puré toda exigencia de vocabulario y complejidad sintáctica, trabajemos con los clásicos, normalicemos su lectura, derrotemos en clase y en la Biblioteca Escolar al Caballero del Bosque:

"<…> -Por eso digo -dijo el del Bosque- que nos dejemos de andar buscando aventuras; y pues tenemos hogazas, no busquemos tortas, y volvámonos a nuestras chozas, que allí nos hallará Dios, si Él quiere."

II, 13

Desde la Biblioteca Escolar invitemos a la aventura, a la ventura, sobre todo, a los adolescentes que no llevan camino determinado:

"<…> -Si vuestra merced, señor caballero, no lleva camino determinado, como no le suelen llevar los que buscan las aventuras, vuesa merced se venga con nosotros."

II, 19

Eso sí, concreta Tirteafuera, reconozcámosles el derecho a elegir:

"<…> subieron a caballo, y sin tomar determinado camino, por ser muy de caballeros andantes el no tomar ninguno cierto, se pusieron a caminar por donde la voluntad de Rocinante quiso, que se llevaba tras sí la de su amo, <…>. Con todo esto volvieron al camino real y siguieron por él a la ventura, sin otro disignio alguno."

I, 21

I

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