miércoles, mayo 25, 2005

Cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo (II, 25)



Darme ver en su ser a mi señora

M. de Cervantes proyecta en su texto su voluntad de ser ya desengañada. A la edad cansada, vecina de la vejez, nuestro autor conserva el brío de los años mozos; sin embargo, la realidad machaconamente va poniendo límites a sus ideales. Esta limitación de la condición humana campea entre los diálogos del hidalgo y del criado, del caballero y del escudero. Don Quijote y Sancho, dos caras de la misma moneda.

Puede cambiar el valor: son molinos o gigantes, rebaños o ejércitos, odres o desaforados monstruos. Sin embargo, como una constante, esta interpretación sintética, propia ya de los autores barrocos, ilumina todo el texto; el equilibrio inestable entre fuerzas de sentido contrario ofrece una interpretación dinámica de la realidad que nos obliga a superar la visión dicotómica para buscar la integración de distintos puntos de vista: ya no es tanto molinos o gigantes, ya es lo que es y lo que puede ser.

Hemos elegido al personaje Dulcinea del Toboso / Aldonza Lorenzo porque también en él se manifiesta la dicotomía que el lector tiene que integrar. M. de Cervantes respeta las servidumbres del género caballeresco con intención paródica, pero, en nuestra opinión, también proyecta su actitud vital: sí pero no. En la definición de Aldonza Lorenzo está la potencialidad de Dulcinea del Toboso; en Dulcinea del Toboso, la volunta de ser en Aldonza Lorenzo.

Una cita muy significativa es la que contiene la complementariedad entre la realidad física y la realidad imaginada. En labios de don Quijote:

"[...] Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia"

II, 25

M. de Cervantes interpreta la realidad como lo ya visto, o lo ya vivido y leído; manifiesta con frecuencia a lo largo del texto una complementariedad que supera, completa, redime la visión empobrecidamente real. Dulcinea, por ello, pasará a ser el personaje en el “se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas”.

"[...]Aquí dio un gran suspiro don Quijote, y dijo:
-Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerla[s], y no compararlas."

I, 13

En la artificiosidad de la enumeración advertimos la revisión de los tópicos descriptivos. Riámonos, pues, de esta metaliteratura tanto como del pudor estereotipado de las descripciones canónicas y vayamos además a buscar nuevas expresiones del sincretismo en texto.

El personaje de Sancho representa el envés, la visión engañada que los ojos nos dan … y la sin par Dulcinea del Toboso pasa a ser Aldonza Lorenzo ( el magistral M. de Cervantes enredando de nuevo entre los nombres que sustituyen la realidad, jugando con los sonidos alveolares y los interdentales). El personaje Sancho ata estrechamente la visión degradadora a través de la pregunta retórica y de la preterición, sabia compañera de la ironía:

"[...]- ¡Ta, ta! - dijo Sancho- . ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
- Ésa es - dijo don Quijote- , y es la que merece ser señora de todo el universo.
- Bien la conozco - dijo Sancho- , y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire"

II, 35

M. de Cervantes, de nuevo, sin descanso, en este monólogo de Sancho Panza camino de El Toboso, escenifica magistralmente esta lucha de contrarios: Sancho Panza vs. Sancho Panza:

"[...]- Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido? ''No, por cierto''. Pues, ¿qué va a buscar? ''Voy a buscar, como quien no dice nada, a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto''. Y ¿adónde pensáis hallar eso que decís, Sancho? ''¿Adónde? En la gran ciudad del Toboso''. Y bien: ¿y de parte de quién la vais a buscar? ''De parte del famoso caballero don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos, y da de comer al que ha sed, y de beber al que ha hambre''. Todo eso está muy bien. Y ¿sabéis su casa, Sancho? ''Mi amo dice que han de ser unos reales palacios o unos soberbios alcázares''. Y ¿habéisla visto algún día por ventura? ''Ni yo ni mi amo la habemos visto jamás''. Y ¿paréceos que fuera acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención de ir a sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas, viniesen y os moliesen las costillas a puros palos, y no os dejasen hueso sano? ''En verdad que tendrían mucha razón, cuando no considerasen que soy mandado, y que mensajero sois, amigo, no merecéis culpa, non''. No os fiéis en eso, Sancho, porque la gente manchega es tan colérica como honrada, y no consiente cosquillas de nadie. Vive Dios que si os huele, que os mando mala ventura. ''¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo! ¡No, sino ándeme yo buscando tres pies al gato por el gusto ajeno! Y más, que así será buscar a Dulcinea por el Toboso como a Marica por Rávena, o al bachiller en Salamanca. ¡El diablo, el diablo me ha metido a mí en esto, que otro no!''

II, 10

Apreciamos más al Sancho Panza que va a buscar “a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto” que el que quisiera ir a buscar a su jumento, puesto que es en el primero donde se manifiestan con mayor lucidez las limitaciones de la condición humana.

Sin embargo, son en las trabadas razones entre los personajes don Quijote y Sancho donde M. de Cervantes sangra dolorosamente esta impotencia.

"[...]Decid, socarrón de lengua viperina, ¿y quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza a este gigante,[…] si no es el valor de Dulcinea, tomando a mi brazo por instrumento de sus hazañas? Ella pelea en mí, y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser."

I, 30

En definitiva, aquí tenemos la certeza de la duda. No podemos elegir a don Quijote o a Sancho, porque uno y otro dudan de lo que perciben como real. M. de Cervantes enreda de nuevo y elige la percepción más etérea: el olor ¿o teníamos que hablar de fragancia aromática?¿o de olor de ajos crudos?

"[...]- Pues ¡es verdad - replicó don Quijote- que no acompaña esa grandeza y la adorna con mil millones y gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre? Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero?
- Lo que sé decir - dijo Sancho- es que sentí un olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa.
- No sería eso - respondió don Quijote- , sino que tú debías de estar romadizado, o te debiste de oler a ti mismo; porque yo sé bien a lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído.
- Todo puede ser - respondió Sancho- , que muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me pareció que salía de su merced de la señora Dulcinea; pero no hay de qué maravillarse, que un diablo parece a otro."

I, 31

"[...]- Y has también de advertir, Sancho, que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y entre flores. Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegé a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según tú dices, que a mí me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma."

II, 10

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