jueves, octubre 20, 2005

Tirteafuera, barroco.



Tirteafuera se encuentra perdido en la expocición

Tirteafuera nos hablaba ayer de una exposición cocinada en Álava que va a viajar a Alcalá de Henares. Hoy nos quiere reseñar una exposición 'Barroco: teoría, contemplación, experiencia' (Montehermoso, 3 de agosto - 6 de noviembre) que viene de Madrid, producida por el Centro Cultural Conde Duque.

El Barroco entendido en sentido amplio, nos avisa Tirteafuera. Es una exposición que nos lleva y nos enreda en el laberinto, que pretenden ser, bajo un relámpago, la visualización del camino: la caverna, la Cábala, la catedral cristiana, el secreto de Salomón, la mandala, la biblioteca.

La misma concepción de la exposición quiere ser una muestra de lo expuesto: el soporte que es a la vez lo soportado ya que es un proyecto que tiene como objetivo primordial la renovación de los conceptos expositivos tradicionales, basados en la exhibición de la obra de arte, y, por ello, exhibe objetos enclavados en la estética barroca a través de instalaciones concebidas como construcciones culturales. El mismo continente, la sala de exposiciones, es una proyección del contenido: dentro del edificio Montehermoso, en la que fuera el antiguo depósito de aguas, en la quietud oscura de los ecos acuáticos, se manifiesta esplendente la síntesis de naturaleza y espíritu, de barbarie y civilización, de arte e historia en un equilibrio ambiguo entre lo que es y lo que parece. Ay, ¿a dónde nos lleva hoy el melancólico Tristeafuera?

Tirteafuera nos guiña el ojo mientras pone en orden sus ideas. ¿Qué tiene que ver esta exposición con El Quijote? Todos sabéis que M. de Cervantes, por su ubicación cronológica, ocupa un lugar secundario en el Barroco; su estilo muchas veces está definido por el modelo de una lengua sencilla, en la línea de Valdés. Sin embargo, puntualiza Tirteafuera, si advertimos las teorías literarias esparcidas en la obra cervantina y, sobre todo, valoramos El Quijote como artefacto literario, apreciaremos en el texto ejemplos de un estilo barroco: multiplicidad de voces, metaliteratura, ejes narrativos que se entrecruzan, parodia de género literario.

Quizás, lo que Tirteafuera ha apreciado con mayor intensidad es la ausencia de alusiones al texto de M. de Cervantes. Es fácil comprender que, visualmente, es más plástico trabajar con un cuadro Las Meninas, 1656, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez; pero, así mismo, a pesar de la diferencia de fechas, es fácil advertir que la idea de artefacto pictórico también está en El Quijote cuando nos confunde entre las refracciones de su espejo narrativo. Sí es cierto, admite Tirteafuera, que el desarrollo escultórico de la propuesta de D. de Velázquez recrea un estímulo espacial que nos envuelve; es cierto que D. de Velázquez congela el vuelo de la sorpresa. También, M. de Cervantes, porfía Tirteafuera.

Dejémoslo ahí. No parece fácil llegar a un acuerdo.



Más allá de los centros de interés, más allá de los focos de luz, se advierte oscura la bóveda de este antiguo depósito de aguas: la semipenumbra protege los destellos del viaje de luz que es esta exposición. En Oihanederra, (‘selva hermosa’, el nombre de este espacio) iniciados en el viaje, llegamos a la biblioteca: está vacía, y está llena; estamos dentro, y estamos fuera. Enseguida Tirteafuera relaciona biblioteca como la suma de lo que es y de lo que fue y hubiera sido. Sus estantes están vacíos y llenos de ser colmados de todos los libros posibles: entre ellos, el libro de los libros, El Quijote.

En las pantallas se plasman las bibliotecas reales que reflejan bibliotecas posibles: las referencias, las citas, los plagios son disparos eléctricos de neuronas que interconectan viajes y experiencias intemporales. El reposo aparente de este viaje de la luz del saber destella en los ojos de Tirteafuera la ausencia de Jorge Luis Borges. Como M. de Cervantes, Borges habita en la biblioteca: “En el zaguán (de la biblioteca de Babel) hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias.”

Tirteafuera continúa el viaje de la iniciación; continúa en el inicio del viaje mientras lo que le llenan son las ausencias.

El final de esta exhibición se plantea con una mezcla del mundo histórico y actual, con la naturaleza y el artificio. Tirteafuera sube a la popa de un barco para recorrer el Orinoco a través de la selva de Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, y ver el teatro filmado de la pieza Horror Vacui, de Miguel Romero Esteo, con "mundos dentro de otros mundos".