viernes, mayo 27, 2005

¡Aquí morirá Sansón, y cuantos con él son!



Los azotes, un artefacto narrativo.

Ya en otras ocasiones hemos hablado de M. de Cervantes como creador de artefactos narrativos. Vamos a proponer a los usuarios de la Biblioteca Escolar uno más, el leif motiv de los azotes. Para esta ocasión, M. de Cervantes elige las piezas necesarias: en la escenografía, la corte de los duques; como personajes protagonistas, don Quijote y Sancho, y la sin par Dulcinea, en la memoria; el Mago Merlín, como artista invitado; como tema recurrente, el desengaño de Dulcinea a costa de las posaderas de Sancho.

M. de Cervantes aprovecha con sabiduría los engranajes de este artilugio: desde el capítulo trigésimo quinto de 2ª Parte hasta el final cíclicamente el leif motiv atrapa al lector con distintas variaciones y tonalidades. Estos arreglos nos muestran a un autor con ganas de divertirse, de divertirnos con un juego que, una vez puesto en marcha, se recrea, nos enreda.

Disfrutemos, por tanto, de este juego, pero no olvidemos que hay alguien que, mientras escribe, está observando nuestras reacciones con un gesto de complicidad. Para M. de Cervantes, oculto tras la tramoya, es la compensación oculta que le justifica como una persona a quien su inteligencia le da la medida de su virtud y el desengaño que le provoca la falta de reconocimiento de sus méritos.

El recorrido que les proponemos quizá se muy peculiar; hemos intentado destacar la tónica dominate; desde luego que en estas variaciones hay más de una tonalidad o armónico que se nos escapa. Aun y con todo podemos intuir al autor entre el cortinaje observando las reacciones de los espectadores.

Procedamos.

La maquinaria se pone en marcha

"[..] ¡Oh tú, gloria y honor de cuantos visten las túnicas de acero y de diamante, luz
y farol, sendero, norte y guía de aquellos que, dejando el torpe sueño y las ociosas plumas, se acomodan a usar el ejercicio intolerable de las sangrientas y pesadas armas! A ti digo, ¡oh varón como se debe por jamás alabado!, a ti, valiente juntamente y discreto don Quijote, de la Mancha esplendor, de España estrella, que para recobrar su estado primo la sin par Dulcinea del Toboso es menester que Sancho tu escudero se dé tres mil azotes y trecientos en ambas sus valientes posaderas, al aire descubiertas, y de modo, que le escuezan, le amarguen y le enfaden. Y en esto se resuelven todos cuantos de su desgracia han sido los autores, y a esto es mi venida, mis señores.
-¡Voto a tal! -dijo a esta sazón Sancho-. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos! ¡Par Dios que si el señor Merlín no ha hallado otra manera como desencantar a la señora Dulcinea del Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!
-Tomaros he yo -dijo don Quijote-, don villano, harto de ajos, y amarraros he a un árbol, desnudo como vuestra madre os parió, y no digo yo tres mil y trecientos, sino seis mil y seiscientos ."

II, 35

Objeciones de Sancho

"[..] Pero querría yo saber de la señora mi señora doña Dulcinea del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes, y llámame "alma de cántaro" y "bestión indómito", con una tiramira de malos nombres, que el diablo los sufra. ¿Por ventura son mis carnes de bronce, o vame a mí algo en que se desencante o no? "

II, 35

Sancho pone condiciones:

"[..] Pero pues todos me lo dicen, aunque yo no me lo veo, digo que soy contento de darme los tres mil y trecientos azotes, con condición que me los tengo de dar cada y cuando que yo quisiere, sin que se me ponga tasa en los días ni en el tiempo, y yo procuraré salir de la deuda lo más presto que sea posible, porque goce el mundo de la hermosura de la señora doña Dulcinea del Toboso, pues según parece, al revés de lo que yo pensaba, en efecto es hermosa. Ha de ser también condición que no he de estar obligado a sacarme sangre con la diciplina, y que si algunos azotes fueren de mosqueo, se me han de tomar en cuenta. "


II, 35

Sancho da largas:


"[..] -Yo soy -respondió don Quijote-, que vengo a suplir tus faltas y a remediar mis
trabajos: véngote a azotar, Sancho, y a descargar en parte la deuda a que te obligaste. Dulcinea perece, tú vives en descuido, yo muero deseando; y, así, desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad por lo menos dos mil azotes.
-Eso no -dijo Sancho-, vuesa merced se esté quedo; si no, por Dios verdadero que nos han de oír los sordos. Los azotes a que yo me obligué han de ser voluntarios, y no por fuerza, y ahora no tengo gana de azotarme: basta que doy a vuesa merced mi palabra de vapularme y mosquearme cuando en voluntad me viniere. "

II, 60

Sancho Panza protesta ante la injusticia:


"[..] si es que para curar los males ajenos tengo yo de ser la vaca de la boda. "

II, 69


"[..] Pues yo les voto a tal que si me traen a las manos otro algún enfermo, que antes
que le cure me han de untar las mías, que el abad de donde canta yanta, y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bóbilis, bóbilis."


II, 71

Don Quijote presiona


"[..] -Ya vees, Sancho hermano, el largo viaje que nos espera y que sabe Dios cuándo
volveremos dél, ni la comodidad y espacio que nos darán los negocios; y, así, querría que ahora te retirases en tu aposento, como que vas a buscar alguna cosa necesaria para el camino, y en un daca las pajas te dieses, a buena cuenta de los tres mil y trecientos azotes a que estás obligado, siquiera quinientos, que dados te los tendrás, que el comenzar las cosas es tenerlas medio acabadas.

-¡Par Dios -dijo Sancho- que vuestra merced debe de ser menguado! Esto es como aquello que dicen: "¡En priesa me vees, y doncellez me demandas!". ¿Ahora que tengo de ir sentado en una tabla rasa quiere vuestra merced que me lastime las posas? En verdad en verdad que no tiene vuestra merced razón. Vamos ahora a rapar estas dueñas, que a la vuelta yo le prometo a vuestra merced, como quien soy, de darme tanta priesa a salir de mi obligación, que vuestra merced se contente, y no le digo más.
Y don Quijote respondió:
-Pues con esa promesa, buen Sancho, voy consolado, y creo que la cumplirás, porque, en efecto, aunque tonto, eres hombre verídico. "

II, 41

Se desespera:


"[..] Desesperábase de ver la flojedad y caridad poca de Sancho su escudero, pues, a
lo que creía, solos cinco azotes se había dado, número desigual y pequeño para los infinitos que le faltaban; y desto recibió tanta pesadumbre y enojo, que hizo este discurso:
-Si nudo gordiano cortó el Magno Alejandro, diciendo "Tanto monta cortar como desatar", y no por eso dejó de ser universal señor de toda la Asia, ni más ni menos podría suceder ahora en el desencanto de Dulcinea, si yo azotase a Sancho a pesar suyo; que si la condición deste remedio está en que Sancho reciba los tres mil y tantos azotes, ¿qué se me da a mí que se los dé él o que se los dé otro, pues la sustancia está en que él los reciba, lleguen por do llegaren? "

II, 60

Don Quijote apremia:


"[..] Éstas sí son verdaderamente cosas encantadas, y no las que mi amo dice. ¿Qué han hecho estos desdichados, que ansí los azotan, y cómo este hombre solo que anda
por aquí silbando tiene atrevimiento para azotar a tanta gente? Ahora yo digo que éste es infierno, o por lo menos el purgatorio".
Don Quijote, que vio la atención con que Sancho miraba lo que pasaba, le dijo:
-¡Ah, Sancho amigo, y con qué brevedad y cuán a poca costa os podíades vos, si quisiésedes, desnudar de medio cuerpo arriba, y poneros entre estos señores y acabar con el desencanto de Dulcinea! Pues con la miseria y pena de tantos no sentiríades vos mucho la vuestra, y más, que podría ser que el sabio Merlín tomase en cuenta cada azote déstos, por ser dados de buena mano, por diez de los que vos finalmente os habéis de dar. "


II, 63

Don Quijote echa en cara la deslealtad:


"[..] Dulcinea, a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora.
-Señor -respondió Sancho-, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los
azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero por sí o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me dé comodidad para castigarme. "

II, 67

Don Quijote suplica:


"[..] -Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición: yo imagino que eres
hecho de mármol o de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento
alguno. Yo velo cuando tú duermes, yo lloro cuando cantas, yo me desmayo de ayuno cuando tú estás perezoso y desalentado de puro harto. De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos, por el bien parecer siquiera. Mira la serenidad desta noche, la soledad en que estamos, que nos convida a entremeter alguna vigilia entre nuestro sueño. Levántate, por tu vida, y desvíate algún trecho de aquí, y con buen ánimo y denuedo agradecido date trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los del desencanto de Dulcinea; y esto rogando te lo suplico, que no quiero venir contigo a los brazos como la otra vez, porque sé que los tienes pesados. Después que te hayas dado, pasaremos lo que resta de la noche cantando, yo mi ausencia y tú tu firmeza, dando desde agora principio al ejercicio pastoral que hemos de tener en nuestra aldea. "

II, 68

Llega el momento esperado:


"[..] -¿Cuándo? -replicó Sancho-. Esta noche, sin falta. Procure vuestra merced que la tengamos en el campo, al cielo abierto, que yo me abriré mis carnes.
Llegó la noche, esperada de don Quijote con la mayor ansia del mundo, pareciéndole que las ruedas del carro de Apolo se habían quebrado y que el día se alargaba más de
lo acostumbrado, bien así como acontece a los enamorados, que jamás ajustan la cuenta de sus deseos. [..]. Don Quijote, que le vio ir con denuedo y con brío, le dijo:
-Mira, amigo, que no te hagas pedazos, da lugar que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento, quiero decir que no te des tan recio, que te falte la vida antes de llegar al número deseado. Y porque no pierdas por carta de más ni de menos, yo estaré desde aparte contando por este mi rosario los azotes que te dieres. Favorézcate el cielo conforme tu buena intención merece.
-Al buen pagador no le duelen prendas -respondió Sancho-: yo pienso darme de manera que sin matarme me duela, que en esto debe de consistir la sustancia deste milagro. Desnudose luego de medio cuerpo."


II, 71

Incluso, en esta situación, Sancho Panza negocia y engaña:


"[..] Hasta seis o ocho se habría dado Sancho, cuando le pareció ser pesada la burla y
muy barato el precio della, y, deteniéndose un poco, dijo a su amo que se llamaba a engaño, porque merecía cada azote de aquéllos ser pagado a medio real, no que a cuartillo.
-Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes -le dijo don Quijote-, que yo doblo la parada del precio.
-Dese modo -dijo Sancho-, ¡a la mano de Dios, y lluevan azotes!
Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas y daba en los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma. Tierna la de don Quijote, temeroso de que no se le acabase la vida y no consiguiese su deseo por la imprudencia de Sancho, le dijo:
-Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio, que me parece muy áspera esta medicina y será bien dar tiempo al tiempo, que no se ganó Zamora en un hora. Más de mil azotes, si yo no he contado mal, te has dado: bastan por agora, que el asno, hablando a lo grosero, sufre la carga, mas no la sobrecarga.
-No, no, señor -respondió Sancho-, no se ha de decir por mí: "a dineros pagados, brazos quebrados". Apártese vuestra merced otro poco y déjeme dar otros mil azotes siquiera, que a dos levadas déstas habremos cumplido con esta partida y aún nos sobrará ropa.
-Pues tú te hallas con tan buena disposición -dijo don Quijote-, el cielo te ayude, y pégate, que yo me aparto.
No perdió el engañado don Quijote un solo golpe de la cuenta y halló que con los de la noche pasada eran tres mil y veinte y nueve. "

II, 71

Sancho Panza va cumpliendo sus plazos:


"[..] En este poco espacio le contó don Quijote la desgracia de su vencimiento y el
encanto y el remedio de Dulcinea, que todo puso en nueva admiración a don Álvaro, el cual, abrazando a don Quijote y a Sancho, siguió su camino, y don Quijote el suyo, que aquella noche la pasó entre otros árboles, por dar lugar a Sancho de cumplir su penitencia, que la cumplió del mismo modo que la pasada noche, a costa de las cortezas de las hayas, harto más que de sus espaldas, que las guardó tanto, que no pudieran quitar los azotes una mosca, aunque la tuviera encima. "

II, 72

Coda

No hubo desencantamiento, ni efectos especiales que mágicamente cambian las cosas. Bien puntualiza el narrador: “Aquel día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse”. Sin embargo, M. de Cervantes cierra el ciclo buscando para ello una visión panorámica adecuada:

"[..] Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual
descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:
- Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba. "




Quizá, otros se empeñen en buscar la actualidad de M. de Cervantes en un recorte de prensa que nos dice que un médico siberiano, Guerman Pilipenko, en vez de para desencantar, utiliza los azotes para curar la adición a la bebida. De ser así, nosotros nos perderíamos toda la maquinaria narrativa y Sancho, el pobre, dejaría de ser él un poco al no poder dar tientos a la bota de vino que va encaminando al coleto entre los dientes. O sea, que mejor es que lo dejemos y no hagamos ninguna mención a las propiedades curativas de los azotes en el alma y del cuerpo. Vale.


Posted by Hello

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