
Cada uno es artífice de su ventura.
En estos tiempos de mudanza, Tirteafuera quiere recordar las palabras de don Quijote
“[…] que a solo Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir, que todo es presente.”
II, 25
Al fin y al cabo, piensa Tirteafuera, a nosotros, seres mixtos por naturaleza, no nos es dado la omnisciencia, tan solo la conciencia aturullada del momento presente. Podemos, en el mejor de los casos, adivinar como el moro de Maese Pedro el pasado:
“[…] En esto, volvió maese Pedro, y en una carreta venía el retablo, y el mono, grande y sin cola, con las posaderas de fieltro, pero no de mala cara; y, apenas le vio don Quijote, cuando le preguntó:
–Dígame vuestra merced, señor adivino: ¿qué peje pillamo? ¿Qué ha de ser de nosotros?Y vea aquí mis dos reales.
Y mandó a Sancho que se los diese a maese Pedro, el cual respondió por el mono, y dijo:
–Señor, este animal no responde ni da noticia de las cosas que están por venir; de las pasadas sabe algo, y de las presentes, algún tanto.
–¡Voto a Rus –dijo Sancho–, no dé yo un ardite porque me digan lo que por mí ha pasado!; porque, ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo? Y pagar yo porque me digan lo que sé, sería una gran necedad; pero, pues sabe las cosas presentes, he aquí mis dos reales, y dígame el señor monísimo qué hace ahora mi mujer Teresa Panza, y en qué se entretiene.”
II; 25
M. de Cervantes, como acostumbra, nos convierte en espectadores de su propio espectáculo: somos figurantes de su concepción del mundo. En esta ocasión Tirteafuera ha querido fijarse en una obsesión del autor; en su opinión, el paso de tiempo está nebulosamente envolviendo la materia narrativa. Y no solo, como apuntábamos en el Discurso de
“[…] y le dé a entender cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran;”
II, 18
sino porque el paso del tiempo convoca la mudanza y filtra el valor de lo que acontece:
“[…] –Los sucesos lo dirán, Sancho –respondió don Quijote–; que el tiempo, descubridor de todas las cosas, no se deja ninguna que no las saque a la luz del sol, aunque esté escondida en los senos de la tierra.”
II, 25
En esto estamos, murmura Tirteafuera. La edad ligera ha ido diluyendo los ecos vocingleros del IV Centenario: ¿los más de 3.000 acontecimientos deportivos recreativos culturales? … ya fueron; ¿los paisajes de cartón piedra? … son sombras desvaídas en papel couché; ¿los top ten, los ranking y las listas de los libros más vendidos? … son fondo de estantería; ¿las listas de los libros más leídos? … ¿acaso preocupa?; ¿congresos? ¿exposiciones? ¿simposios? …hogueras de vanidades. Si al menos dejaran cenizas gloriosamente ardidas…
Como ya os habréis percatado, sapientísimos lectores, Tirteafuera tiene un día oscuro. Si no lo remedia nadie, hoy Tirteafuera seguirá desencantado. A veces, para superar el mal momento, se deja guiar de su instinto, abre El Quijote al azar y
“[…] –Calle vuestra merced, señor compadre –dijo el cura–, que Dios será servido que la suerte se mude, y que lo que hoy se pierde se gane mañana;”
I, 7
“[…] –La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear”
I, 8
“[…] pues el que hoy cae puede levantarse mañana,”
II, 65
“[…] Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas, para dar remedio a ellas.”
I, 15
“[…] –Dios lo hará mejor –dijo Sancho–; que Dios, que da la llaga, da la medicina;”
II, 19
“[…] y el que es vencido hoy ser vencedor mañana.”
II, 74
Sin embargo, no siempre es posible y, cuando en el texto quiere espigar trigo candeal, la adversa suerte, como ahora en este instante, tan solo estampilla citas que ciegan sus ojos de sombra negra:
“[…] ''Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado es pensar en lo escusado”
II, 53
Así le habla el filósofo apócrifo Cide Hamete, su cofrade y compañero de fatigas. Tirteafuera se alegra de encontrar un adlátere, entre quienes, sin lumbre de fe y tan solo con la luz natural, han entendido que la vida presente es inestable y ligera. Bendita esta luz que disipa las sombras. Al menos Benengeli deja un portillo a la esperanza. La mudanza del tiempo abre nuevas venturas: la hojarasca del IV Centenario ha sido arrastrada por el cierzo; más allá del invierno gélido, palpitan ya los renuevos:
“[…] antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primavera sigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua;”
II, 53
En este perpetuum movile es posible recuperar El Quijote para los lectores; en este centelleo cíclico Tirteafuera quiere entrever el sueño cansado de M. de Cervantes: vencido de la edad, sin embargo, adormece en El Quijote rescoldos de esperanza. Tirteafuera recala en antiguas andaduras cuando el texto de nuestro demiurgo suscitaba reflexiones sobre la libertad y virtud como valor personal:
“[…] –Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente.”
II, 55
“[…] –Muy filósofo estás, Sancho –respondió don Quijote–, muy a lo discreto hablas: no sé quién te lo enseña. Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura.”
II, 66
En estas estábamos, cuando una nueva cita provoca la desesperación de Tirteafuera que, como buen humanista que es, busca la simetría, el orden, la calma interior, la ley infalible que ahuyenta el caos. Nada, es mejor dejarlo, se autoconvence; vendrán días en los que espigar soluciones en El Quijote estará en la providencia de los cielos. Cada uno es artífice de su ventura, sí; pero en ocasiones la suerte no acompaña a los constantes.
“[…] La fuente de la plaza se secó; un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas.”
II, 52
Vale.