lunes, febrero 13, 2006

M . de Cervantes en Bernardo Atxaga

De aires familiares: la intertextualidad, el plagio y los homenajes.


Tirteafuera comparte la definición de amigo de Bernardo Atxaga: “son amigos los que tienen afinidad con nosotros y, entre mil detalles, valoran y eligen los que nos parecen más importantes”. Os preguntaréis, inquietos lectores, por qué Tirteafuera hace mención a Atxaga en este blog sobre El Quijote. Simplemente será porque hoy le apetece tratar de metaliteratura (341), de intertextuality (368), porque seguirá hablando de El Quijote y de M. de Cervantes, de cervantistas y de quijotéfilos.

Cuando Tirteafuera lee textos de Atxaga percibe un aire familiar como cuando, pasados los años, nos tropezamos con algún hijo de un viejo amigo. El tiempo no ha destruido el brillo en los ojos ni la cadencia de las palabras anotadas en la memoria. Este reencuentro le sucede cuando se deja enredar por la vibración de El hijo del acordeonista, otra variante del clásico “manuscrito encontrado”. Pero más cervantino, sostiene Tirteafuera, es Obabakoak, en donde los artefactos narrativos son homenajes, que no plagios, a la actualidad de un texto que nos permite mantener un diálogo con nosotros mismos a través del tiempo.

Esta semana, Tirteafuera, después de rebuscar en la biblioteca, ha dado luz a las palabras de Obabakoak y ha advertido que las hojas del libro no son hojas que viento disemina ya que siguen alentando el mismo ánima de la primera lectura. Se equivoca esta vez Eça de Queiroz: en las páginas de Obabakoak, al lado del efluvio de las flores del manzano, palpita el sereno desengaño, la curiosidad juguetona y la experimentación inteligente de M. de Cervantes.

Atxaga, como un buen investigador de la escritura en papeles, fundamenta su búsqueda de artefactos narrativos en soportes diferentes:

“[…] Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado”

I, 9

Tirteafuera ya ha comentado en otras ocasiones sobre artefactos narrativos. Y le es fácil encontrar parentescos entre los artefactos de M. de Cervantes y los de Bernardo Atxaga: en cartapacios estaban las confesiones del cura párroco Camilo Lizardi, o la interrupción de la narración por falta de información, o en cartas que no llegan hasta Albania la diferida historia de amor de la maestra, o en la hemeroteca de Hamburgo la historia de Hans Menscher, o en el personaje Smith soporte de historias más que ser parte de lo narrado, o la nostalgia y la búsqueda del padre en los 12 cuadernos del memorando, …

Con todo, de todas estas máquinas narrativas, Tirteafuera prefiere la historia de Esteban Werfell por lo que tiene de reflexión sobre la escritura y experimentación literaria y, sobre todo, por lo que tiene de cercanía: el señor Werfell no tenía otro modo de vivir o de escribir que aquellos diarios secretos que nunca nadie leería. Como yo, y le da un vuelco al corazón a Tirteafuera, que publica nuevas entradas en la bitácora Barataria más que en búsqueda de la luz, empujado por la oscuridad. Y nadie le lee.

Atxaga actualiza el artilugio del manuscrito encontrado para convertirlo en una grabación magnetofónica, en una fotografía de cuando eran jóvenes o, incluso, en una grabación que, de ser soporte de la narración, pasa a formar parte de la materia narrativa como en el caso de Smith que cuenta una historia que no es hermosa, pero que le ha sucedido a él. Incluso plantea la narración “Margarete, Heinrich” como el resultado consensuado con el lector tras una negociación previa.

Seguro que, si hoy escribiera Obabakoak, los weblogs formarían parte de los experimentos narrativos, sostiene Tirteafuera.

El lector se reencuentra con M. de Cervantes en distintas encrucijadas y vericuetos, y no solo en la experimentación con varios narradores. Las distintas voces tienen aquí también su afinidad: además del artificio de un estilo literario que puede servir de normalización lingüística, excepción hecha de alguna norma de Euskaltzaindia, paralelo por otra parte al estilo del narrador de las novelas de caballería, Tirteafuera quiere remarcar la búsqueda de autenticidad en la escritura “analfabeta” del párroco Camilo Lizardi, o en la imitación de Pedro de Axular.

En “Ondo plajiatzeko metodoaren azalpen laburra eta adibide bat” –introducción breve para plagiar bien acompañada de un ejemplo-, o en”Ipui bat bost minututan izkribatzeko” –para escribir un cuento en cinco minutos-, según Tirteafuera, B. Atxaga actualiza los pasajes que sobre retórica podemos encontrar en El Quijote, a la vez que reflexiona sobre qué es plagio. Un ejemplo más de metaliteratura.

A propósito, avisado y despierto lector, Tirteafuera a lo largo de este texto ha ido copiando pequeños fragmentos de Obabakoak para que, con el placer de descubrirlos, tengas la satisfacción de reconocerte en la categoría de lector aventajado que identifica homenajes y carencias.

Tirteafuera ve cómo el tiempo le va socavando la página en blanco y no le sucede como al señor Werfell que tenía claro que, a pesar de que las cosas empezaran mal, había que seguir escribiendo hasta mejorar el texto. Y a estas alturas no mejora, murmulla Tirteafuera. Si hay un hombre atormentado por que todas las ideas quepan en un libro, éste en un capítulo, éste en un párrafo, el párrafo en una palabra ese es el infortunado Tirteafuera. Dejémosle aquí, así, amable lector, que el paso del tiempo siempre ha aturrullado a Tirteafuera ya que nunca conseguirá, a pesar de su esfuerzo titánico, encerrar en esta entrada de cuaderno de bitácora todos los reencuentros entre M. de Cervantes y B. Atxaga.

Sigamos que es hora de acabar.

Para terminar, puede sorprendernos, pero a B. Atxaga le han puesto la etiqueta del quijote de las letras vascas cuando, de ser algo, es el cervantes de literatura vasca, en euskera y en castellano. Lo percibimos así aquí y también fuera: en el año del IV Centenario lo vimos por Sant Jordi en Barcelona leyendo en la versión en euskera de Berrondo El Quijote mientras José Saramago lo hacía en portugués y el gallego Suso de Toro lo hiciera en el catalán, o en noviembre en la conferencia “La voz de Don Quijote” clausurando el Congreso “El Cine y El Quijote”, celebrado en la Biblioteca Valenciana.

Para satisfacción de Tirteafuera que todavía no se ha recuperado, escribimos una cita de Obabakoak:

“[…] “Hemen bukatzen da memorando hau” idatzi zuen orrialdean. Gero, lanpara itzali eta ilunbetan gelditu zen, baina soseguz, lunbe hartaz arduratu gabe, gizon zoriontsuak bezala.”
108 or.
–“Aquí se acaba el memorando” escribió en la última página. Después, apagó la lámpara y se quedó en penumbra, tranquilo, sin preocuparse por aquella oscuridad, como los hombres felices.-

No hay comentarios: